Claro,
dentro de este debate, muchos abogados, sobre todo un constitucionalista
llamado Herman Escarrá (de quien los venezolanos revolucionarios esperamos que
le asignen una misión en Alaska para que estudie el cambio climácico, pues es
casi seguro que allí sería más productivo que aquí en hablando de la Constitución), quien sostiene
que se puede llamar a la Asamblea Nacional Constituyente sin previa aprobación
del pueblo por medio de un referéndum consultivo, como lo plantean otros
constitucionalistas, con menos publicidad pero más perspicaces que el anterior.
Lo cierto es que, si el Señor Escarrá tiene la razón, en Venezuela se pueden
presentar escenarios muy contrarios a la población de nuestro país.
Entremos en materia:
La Asamblea Nacional Constituyente, según Maduro y Escarrá, puede ser convocada sin previa aprobación del soberano, lo que podría desencadenar consecuencias políticas muy variadas para el futuro. Hagamos un ejercicio de imaginación y pongamos por caso que, en Venezuela, cuando un presidente se elija y pierda popularidad, por las razones que sean, producto del precedente ya marcado, entonces éste podría recurrir a la constituyente y, de ese modo, 6 meses antes de que se le termine el periodo le pasará al CNE la iniciativa para convocar a una Constituyente; el CNE tendrá que hacerlo porque, según Escarrá, sí se puede, pero tendrá, además, legalidad por jurisprudencia y analogía. Como es una iniciativa presidencial, entonces el CNE estará en la obligación de convocar a una elección de constituyentitas, lo que podría tardar entre 3 y 6 meses. Los funcionarios ya electos por el pueblo pueden pasar 1 año y medio o más debatiendo la nueva Constitución. Luego de debatida y redactada la nueva Constitución hay que hacer el llamado a un referéndum aprobatorio para refrendar la nueva Constitución, esta otra elección puede también tardar entre 3 y 6 meses más. Si el texto es aprobado hay que ir a una nueva elección para ir a un proceso de relegitimar poderes, es decir, elecciones de todas las autoridades. En todo este proceso, el presidente convocante se puede tomar entre 1 y 3 años de gracia para rediseñar la estrategia gubernamental y electoral y poder ir a elecciones en ventaja, pero si no gana, habría extendido su periodo de gobierno uno o dos años más. Además, si se elige un nuevo presidente entonces este pudiera hacer lo mismo también faltando poco para terminar su mandato. De esa manera, cada presidente, si ve que no puede ganar la elección para reelegirse, entonces convocaría a una Constituyente para por lo menos ganar 2 años de gracia. Pero si este nuevo presidente gana y pierde la Asamblea Nacional y los que ganen lo hacen con mayoría calificada, entonces al mes de este haber ganado y relegitimar poderes pueden convocar a una Constituyente para hacer todo este proceso y en menos de año y medio poder sacarlo. Y así continuaríamos toda la vida. Creo que vamos a ser el país con más constituciones en la historia de la humanidad, a lo mejor con la Constitución más hermosa, pero con el sistema de gobierno más inestable del mundo y con la realidad social más calamitosa.
La Asamblea Nacional Constituyente, según Maduro y Escarrá, puede ser convocada sin previa aprobación del soberano, lo que podría desencadenar consecuencias políticas muy variadas para el futuro. Hagamos un ejercicio de imaginación y pongamos por caso que, en Venezuela, cuando un presidente se elija y pierda popularidad, por las razones que sean, producto del precedente ya marcado, entonces éste podría recurrir a la constituyente y, de ese modo, 6 meses antes de que se le termine el periodo le pasará al CNE la iniciativa para convocar a una Constituyente; el CNE tendrá que hacerlo porque, según Escarrá, sí se puede, pero tendrá, además, legalidad por jurisprudencia y analogía. Como es una iniciativa presidencial, entonces el CNE estará en la obligación de convocar a una elección de constituyentitas, lo que podría tardar entre 3 y 6 meses. Los funcionarios ya electos por el pueblo pueden pasar 1 año y medio o más debatiendo la nueva Constitución. Luego de debatida y redactada la nueva Constitución hay que hacer el llamado a un referéndum aprobatorio para refrendar la nueva Constitución, esta otra elección puede también tardar entre 3 y 6 meses más. Si el texto es aprobado hay que ir a una nueva elección para ir a un proceso de relegitimar poderes, es decir, elecciones de todas las autoridades. En todo este proceso, el presidente convocante se puede tomar entre 1 y 3 años de gracia para rediseñar la estrategia gubernamental y electoral y poder ir a elecciones en ventaja, pero si no gana, habría extendido su periodo de gobierno uno o dos años más. Además, si se elige un nuevo presidente entonces este pudiera hacer lo mismo también faltando poco para terminar su mandato. De esa manera, cada presidente, si ve que no puede ganar la elección para reelegirse, entonces convocaría a una Constituyente para por lo menos ganar 2 años de gracia. Pero si este nuevo presidente gana y pierde la Asamblea Nacional y los que ganen lo hacen con mayoría calificada, entonces al mes de este haber ganado y relegitimar poderes pueden convocar a una Constituyente para hacer todo este proceso y en menos de año y medio poder sacarlo. Y así continuaríamos toda la vida. Creo que vamos a ser el país con más constituciones en la historia de la humanidad, a lo mejor con la Constitución más hermosa, pero con el sistema de gobierno más inestable del mundo y con la realidad social más calamitosa.
Es
indudable que ese no era el espíritu de los constituyentitas que redactaron la
Constitución, ni mucho menos el espíritu con el que Chávez hizo este llamado.
La constituyente se dio para ofrecer un marco legal donde al pueblo excluido y
marginado se le diera participación en la vida política, económica y social del
país. Me imagino que en el espíritu de la Constitución del año 1999 estaba
también darle estabilidad al país, y para un buen desempeño en todas las
esferas de la vida social. En tal sentido, lo planteado en la actualidad por el
ejecutivo va en contra del espíritu constitucional, porque para que eso no
fuera una Guachafita, cualquier iniciativa constituyente tenía que ser
consultada al pueblo para que éste la aprobara y no se saliera de las manos el
mecanismo o se prostituyera en detrimento de la nación. Es decir, que la
decisión de cambiar una Constitución que fue aprobada por el pueblo no está en
manos de ningún órgano del Estado, porque la soberanía en Venezuela reside
intransferiblemente en el pueblo y los órganos de administración del Estado a
ellos están sometidos. En pocas palabras, si el pueblo hizo esta Constitución
es el que está facultado para cambiarla, y ahora está más facultado que cuando
cambió la del año 61, porque aquella fue una
Constituyente de élites, mientras que la actual fue aprobada en referéndum
nacional, por tanto, cualquier otra debe ser sometida a cambios sólo con la
aprobación del pueblo.
Por
otra parte, también nos dicen que la Constituyente es por la paz, aun cuando el
mecanismo para la paz ya está plasmado en la Constitución. Si no, preguntamos
¿Qué significa garantizar total y absolutamente los derechos económicos,
sociales, culturales de todo el pueblo? La paz social pasa por la justicia
social. Si esto no se garantiza con un gobierno eficiente, que trabaje para
elevar la calidad de vida de toda la población, entonces podemos aprobar miles
de constituciones, pero nunca mejoraremos la situación. Porque la misma no sólo
es una herramienta legal, también es una situación que hay que buscar en el
fondo de la dinámica de la sociedad capitalista.
Lic. en Sociología Rafael Acuña
rafaelrojoxxi@yahoo.com.ve
No hay comentarios.:
Publicar un comentario